La flota atunera de cerco española, agrupada en OPAGAC, congregó ayer a autoridades, profesionales del sector pesquero y representantes de distintas organizaciones relacionadas con la pesquería de atún tropical en el preestreno en los Teatros Luchana de la película documental ‘1,17’, que muestra el ingente trabajo de toda la cadena de valor que hay detrás de una lata de atún.

Dirigida y producida por Javier Linares, ‘1,17’ retrata la dureza de la profesión y la pasta especial de la que están hechos los pescadores, así como la responsabilidad social y el compromiso con la sostenibilidad de la flota atunera europea. El arranque es inolvidable: los hermosos ojos de una niña al despedir en la playa de Abiyán (Costa de Marfil) a su padre, marinero de la tripulación del atunero “Itsas Txori”, en el que el espectador embarca para conocer, a través de imágenes extraordinarias, captadas con drones y cámaras submarinas, así como de testimonios reales, un oficio “duro y adictivo” que exige “sacrificio y pasión”.

El “Itsas Txori”, construido en los Astilleros de Murueta en 2013, con base en Bermeo y perteneciente a la armadora Inpesca, traslada al espectador hasta la Isla de Mahé en Seychelles para emprender una marea en el océano Índico dentro de las campañas de esta flota, que duran cuatro meses. El “Itsas Txori” es también uno de los 45 navíos europeos dedicados a la pesca de atún tropical y se cuenta entre los 1.800 atuneros de cerco que existen en el mundo, explica la locución que a lo largo de la cinta proporciona información, empezando por el coste de entre 30 y 35 millones de euros que supone construir un atunero o la media de 40 años de su vida útil.

Embarcar al espectador con la familia del “Itsas Txori”

El patrón del “Itsas Txori”, Josu Iñaki Ispizua, que ha asistido a la proyección acompañado por Axel Echevarria y Xabier Unzaga, capitán y oficial del buque, respectivamente, son parte de una tripulación de 31 personas en la que se integran también dos profesionales de seguridad para protegerse de los piratas. En la pesca desde los 16 años, Ispizua duda si sabría hacer otra cosa que no fuera pescar y subraya que “hacemos aquí la mitad de la vida y es como una familia”. Otros miembros expresan la misma idea en la sala de máquinas: “paso tanto tiempo con los compañeros como con mi mujer y mi hijo”, subrayan, antes de confesarse orgullosos de un trabajo que creen que está poco valorado a pesar de que “somos los que damos de comer a la gente”.

Ciertamente, los cinco millones de toneladas de atún tropical que se capturan en todo el mundo, al tratarse de un alimento con alta demanda, generan una industria con miles de empleos en la mar y en su procesado y distribución, y representan una proporción notable de la producción pesquera mundial que en 2021 se situó en 160 millones de toneladas, según datos de FAO (SOFIA 2022). La imagen aérea de un populoso y colorido mercado en Senegal ilustra otra realidad igual de importante: 200 millones de personas en el mundo trabajan directa e indirectamente en la pesca y “lo que para algunos es una exquisitez o capricho, para otros es su única fuente de proteínas”.

El “Itsas Txori” compite, además, con buques de otras flotas que practican la esclavitud del siglo XXI, una realidad que también muestra ‘1,17’ con la inclusión de imágenes cedidas por el periodista Ian Urbina (The Outlaw Ocean Project), conocido mundialmente por denunciar la lacra que supone la pesca ilegal, no regulada y no documentada (pesca IUU) y que “tiene vínculos con mafias internacionales de tráfico de personas, armas y drogas”. Como contrapunto, y sin obviar que la pesca de atún es una actividad peligrosa, no solo por la piratería, sino también por la dureza y el riesgo de accidentes, los buques de la flota atunera española, como el “Itsas Txori”, están dotados de telemedicina como parte de su responsabilidad social que, junto a la sostenibilidad medioambiental (certificado MSC) y el control de la actividad pesquera, está certificada con el sello AENOR Atún de Pesca Responsable (APR).

Los atunes y la belleza del círculo del cerco estrechándose

Naturalmente, ‘1,17’ también profundiza en los otros protagonistas de esta pesquería, los atunes, voraces cazadores que, en el caso del cimarrón – denominación de los ejemplares adultos del atún de aleta amarilla- llega a pesar 80 kg y alcanza velocidades de 70 km/h en sus largas travesías en busca de alimento y zonas óptimas para reproducirse. El documental ilustra igualmente sobre las diferentes especies de túnidos tropicales (patudo y listado, además del mencionado atún de aleta amarilla), y cómo el uso de objetos flotantes, conocidos como dispositivos agregadores de peces o FAD, por sus siglas en inglés, transformó la industria en los años 90 del siglo XX.

A bordo del atunero y desde el cielo, la película recoge el complejo proceso para la captura del atún con el arte de pesca del cerco, cómo conviven en esta pesca el uso de tecnologías punteras, como radares de última generación y boyas selectivas, con técnicas ancestrales como la observación de los pájaros marinos que revolotean sobre los cardúmenes; y explica igualmente cómo se gestiona este recurso pesquero a nivel internacional a través de las ORP (Organizaciones Regionales de Pesca). El buque permanece estático sobre el inmenso azul con su tripulación alerta y la solitaria y discreta pero crucial labor del barco auxiliar denominado panga. Tras el ritual, y de una red que desciende una media de 180 metros, los atunes se extraen con un salabardo para almacenarse en la bodega.

Terminada la pesca, cuyo porcentaje de capturas accidentales es mínimo y, en caso de producirse, cuenta con el conocimiento de los marineros en técnicas de devolución, la cinta lleva al espectador a la cocina, espacio esencial para la alimentación y el ocio en el “Itsas Txori”. Desde la cubierta, el documental sobrevuela luego el azul hipnótico del Índico y muestra los cardúmenes de túnidos y su atracción por los FAD; explica su funcionamiento y evolución para reducir el impacto en el medioambiente. El mismo objetivo tienen iniciativas de recuperación de redes que, gracias al compromiso de la flota y el trabajo con organizaciones locales como Brikole en Seychelles, en lugar de convertirse en polución marina se transforman en gafas o camisetas.

‘1,17’ acaba con la vuelta a puerto del “Itsas Txori” y la descarga y traslado de sus capturas a una factoría de Thai Union en Seychelles donde se procesan los ejemplares de atún. Esta especie es también conocida como el cerdo del mar porque de ella se aprovecha todo, desde las espinas hasta los valiosos lomos que se consumen tras abrir una lata de atún en conserva.

El largometraje iniciará próximamente su recorrido por el circuito de festivales y su director Javier Linares está en conversaciones con varias plataformas de streaming para su difusión.