La flota atunera española de pesca de cerco de altura pondrá en marcha una prueba piloto con nuevos FAD (dispositivos de concentración de peces, DCP en español) biodegradables. El piloto, que se desarrollará en aguas del Océano Índico, desplegará al menos 100 de estos dispositivos para evaluar su durabilidad en condiciones reales de uso, así como la ausencia de toxicidad de los materiales que se usan en su construcción. El objetivo de estos FAD biodegradables es reducir el impacto sobre el ecosistema al máximo posible.

El piloto forma parte del proyecto de I+D iniciado en 2015 por la flota de esta pesquería agrupada en OPAGAC (Organización de Productores de Grandes Atuneros Congeladores), en colaboración con AZTI, centro tecnológico experto en innovación marina y alimentación perteneciente a la corporación Tecnalia, y la International Seafood Sustainability Foundation (ISSF). Este proyecto conjunto tiene como objetivo el desarrollo de dispositivos FAD más evolucionados que eliminen su potencial impacto negativo.

Además de materiales como el bambú, el yute y otras fibras naturales utilizadas desde hace tiempo en la construcción de estos dispositivos, los nuevos FAD-bio incorporan elementos fabricados con fibras naturales (algodón, lino, etc..) y diferentes tipos de plástico biodegradable con el objetivo de lograr el equilibrio entre la durabilidad de estos dispositivos y su impacto nulo en el medio ambiente en caso de pérdida o deriva.

Según Julio Morón, gerente de OPAGAC, “si con la anterior generación de FAD no enmallantes logramos prácticamente eliminar la captura incidental de tortugas y tiburones, con los nuevos FAD-bio cumplimos el reto de alcanzar el equilibrio entre durabilidad e inocuidad de estos dispositivos y eliminar su potencial impacto negativo en el ecosistema”.  “Los análisis realizados”, -prosigue Morón-, “sitúan el punto de equilibrio en una durabilidad de un año y medio frente a los diez o más años de vida de la anterior generación de FAD”.

El piloto de los nuevos FAD-bio se desarrolla tras una primera investigación llevada a cabo en el océano Atlántico en la que se valoraron diferentes materiales y diseños con el objetivo de que estos dispositivos no solo eviten el enmallamiento, sino que, además, sean lo más eficientes posible, en términos de captación de biofouling (acumulación de microrganismos o plantas) y sean lo más biodegradables posible.

Con España a la cabeza, la flota atunera europea lidera la investigación y el desarrollo de FAD-bio, un esfuerzo en pro de la sostenibilidad que se suma a medidas como la limitación del número de FAD por barco, recientemente establecida por la Comisión de Túnidos del Océano Índico (CTOI), que ha reducido en un 38%, desde 2015, el número de FAD por buque; así como por la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT).